miércoles, 12 de diciembre de 2012

Ejercicio: Oración de 250 palabras.


Ejercicio: Escribe las primeras 250 palabras de una historia corta, pero escríbelas en UNA SOLA ORACIÓN.

Me salieron 500...

Se sube al autobús, busca el asiento disponible más cercano, pero está muy adelante, y siempre ha gustado de sentarse en la parte de atrás de los autobuses, así que mira si hay un asiento libre en el fondo y lo encuentra, camina sin prisa, se descuelga la mochila y se tira en el asiento de lado de la ventana –detesta el lado del pasillo-, y recarga la cabeza sobre el vidrio y mira hacia afuera donde ella, con el vestido floreado que le regaló en su último cumpleaños, con el cabello recogido, con los lentes descuadrados, alza la mano y la mueve en señal de despedida, mientras la gente pasa por atrás y delante de ella, y mientras otros tantos se suben al autobús y ocupan los asientos libres, menos el que está al lado de ella –y ella piensa, Qué bueno, porque no le gusta el contacto con la gente extraña, y le gusta subir los pies a los asientos para estar más cómoda mientras lee en los viajes largos, y también porque se duerme mejor así que sentada (si es que existe tal cosa como dormir cómoda en un autobús)-; entonces, con el rostro contra el cristal, le regala una sonrisa, una sonrisa no de felicidad, pero tampoco es una sonrisa forzada, sino una sonrisa de esas que dicen, o intentan decir porque el otro rara vez la comprende y más bien la interpreta como una sonrisa afectuosa de alguien que parte por un tiempo indefinido; una sonrisa de esas que intentan decir que no tienes idea de lo mucho que te voy a extrañar, que no sabes todas las cosas que hubiera querido decirte, que no imaginas todo lo que quise hacer contigo; y ella responde con otra sonrisa, de esas que no dicen más que toma una sonrisa de vuelta, porque así se responde cuando te sonríen; y se sonríen entonces, y ella toca con las puntas de los dedos el cristal frío, no con la palma completa, solo con las puntas, y respira profundo, y el autobús arranca, se cierra la puerta con su característico sonido de pistón hidráulico; entonces ella comienza a caminar, siguiendo al autobús, sonriendo aún, moviendo la mano aún, hasta que se va haciendo pequeña, hasta que el autobús da la vuelta a la esquina, y entonces ella quita la mano del cristal y voltea hacia arriba, hacia el cielo, y se percata de las nubes y entonces se siente más triste (las nubes siempre la alegran, ama los climas fríos, la lluvia y la niebla, pero estas nubes, con todos los tonos de gris, maravillosas, envolventes, aumentan su tristeza), pero no llora, ni se muerde los labios, ni aprieta los puños, sino que piensa que así todo irá mejor, y se queda con dos cosas que le bastan: ella no sabrá que se fue sin querer irse porque la quiere, y ella se quedará con la postal de la chica del vestido floreado y el cabello castaño que alzaba la mano para despedirse.

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