sábado, 23 de febrero de 2013

viernes, 22 de febrero de 2013

Prólogo a la sesión del jueves

Life, at the end of it
Siempre es bueno tener papel y pluma a la mano. Puedes no traer encendedor -al fin puedes jugar con el cigarrillo entre los labios-, pero el papel y la pluma son vitales, porque nunca sabes cuándo vas a tener necesidad de escribir para evitar que estalles.

No soy de ningún lugar, tampoco tengo rumbo. Todo lo que he construido, mejor dicho, en lo que me he construido, no tiene una base segura. No hay certeza. La roca es Cristo pero yo no soy más que una piedra -pequeña formación de minerales y otras cosas, que es dura y no se mueve por voluntad propia sino cuando la patean.

Todos necesitamos una estructura; necesitamos que algo exista, que haya una verdad y la posibilidad de ser libres. No sé si es peor no encontrar todo eso, o creer haberlo encontrado y darte cuenta de que no te llevó a ningún lado.

La vida se va convirtiendo en una deconstrucción constante. Todo se derrumba y vuelve construirse. No hay tregua. No hay descanso. Lo mejor que tengo en estos momentos es la posibilidad de mancharme con tinta las manos. Eso sí es mío, eso nadie me lo quita. Eso y este cigarro que no enciendo a falta de cerillos, y que se remoja entre mis labios. Eso y los audífonos bien puestos para escaparme con la música. Eso y mi reticencia a moverme de esta banqueta aunque se quiera estacionar un auto. Eso y el diván del consultorio donde me acuesto a hablar de lo que no escribo. Eso y los cinco minutos que me quedan entre esta canción y mi rutina de los viernes que esta vez cambié para el jueves porque mañana iré a una muestra de postporno.