Hace aproximadamente 3
meses escribí una entrada titulada “Catarsis ante el odio”. De hecho, es la
entrada justo anterior a esta. Como
diría una frase popular, “I can’t believe I’m still protesting over this shit”.
Tres
meses han pasado pero en realidad la lucha lleva años, décadas. ¿Cuál lucha
será esa? Yo la llamaría “la lucha por la tolerancia[1],
por el respeto y por los derechos para todes” (sí, todes; mis estimados prescriptivistas).
Esta lucha es una aglutinación de varias, pero es que si me pongo a hablar de
cada una por separado, esta entrada quedaría muy larga. Mencionaré, entonces,
solo algunas y me enfocaré en una que está muy latente en estos días y que me
afecta de manera personal: La lucha por los Derechos Humanos de la comunidad
LGBTTI (y lo que se añada esta semana, dijeron por ahí). Así pues, en la pasada
entrada hablé del terriblemente revelador hashtag #MiPrimerAcoso, que surgió
dentro del marco de la Primavera Violeta y las protestas contra las violencias
machistas del 24 de abril de este año. No nos habíamos recuperado del escarnio
machista sufrido durante las protestas, del acoso en redes sociales y de la
indiferencia de las masas cuando salen a la luz tres casos de violación que se
volvieron mediáticos, a saber, la violación tumultuaria de una adolescente en
Brasil por parte de 30 asquerosos machos, la violación de una chica
inconsciente detrás de un basurero en una universidad estadounidense y la
sentencia de solo seis meses a su agresor (porque no le fuera la cárcel a
desgraciar su vida), y la violación grupal a una chica mexicana en Veracruz por
parte de unos mirreyes de porquería protegidos por sus padres y por su dinero.
Aun no acababa de llorar por estas cosas cuando un hombre cruel, enfermo de
religiosidad y homofobia entró a un bar gay en Estados Unidos y mató a 49
personas LGBT con un arma de fuego. De aquél momento hasta ahora habrán pasado
varias semanas, pero no con saldo blanco. Más violaciones, más feminicidios,
más crímenes de odio. Y culminamos con una marcha en varias ciudades del país
en favor de la homofobia, del arrebatamiento de derechos, de la discriminación.
Damas y caballeros, les presento al Frente NAZIonal por la Familia.
Como era de esperarse,
el FNF dice que no, que su marcha no fue motivada por el odio o la homofobia (y
hasta hacen un análisis etimológico de la palabra; ¡qué sabios!); que su marcha
es por amor, por amor a la “familia natural”, integrada por mamá, papá e
hijites; para protegerla de desaparecer porque, obviamente, que dos mujeres o
dos hombres contraigan matrimonio provocará que las parejas heterosexuales se
divorcien. Porque, evidentemente, eso de que la parejas del mismo sexo no
puedan procrear va a acabar con la raza humana (como somos tan poquitos en este
mundo). También marcharon, dicen, para proteger la inocencia de sus hijes. ¡(Su)
dios los libre de la educación sexual! Porque el plan macabro de esa gran mafia
llamada Lobby Gay, a la cual pertenecemos todxs lxs LGBT y de la cual nos
beneficiamos económicamente (sigo esperando mi cheque), es implantar, no, imponer
nuestra ideología de género (música dramática de fondo). Para empezar, ¿qué
carajos es la mentada ideología de género? Una ideología, estrictamente
hablando, es un conjunto de ideas características de un grupo determinado.
Hasta donde sé y he experimentado, ser lesbiana, homosexual, bisexual,
transgénero o transexual no es una idea o conjunto de ellas. Tal vez los del FNF
y un gran número de cristianos y católicos religiosos (que no personas
espirituales) crean que nos lo estamos imaginando, que en nuestro cerebro hay
un problema y un día amanecimos con la idea
de estar atraídos a una persona del mismo sexo o de que el género que se nos
asignó por nuestra biología no es aquél con el que nos identificamos. Luego
entonces, queremos imponer esas ideas
en las mentecillas de sus hijes para convertirlos en lesbianas y homosexuales,
para crear un ejército que vaya por el mundo destruyendo a las familias naturales (por cierto que lo natural está completamente a discusión).
Y bueno, por esos motivos, según ellos, su marcha. Aunque ya han sido
desmentidos por la misma SEP en cuanto al contenido de la materia de sexualidad
en las escuelas; aunque su argumento de que el matrimonio no es un derecho
humano para nadie (ya le cambiaron, antes decían que “el matrimonio homosexual
no es un derecho humano”) cae estrepitosamente al suelo (y se embarra de caca)
nomás al leer el Artículo 1° de nuestra constitución y el 16 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos; aunque sea evidente que recurrir a lo
dictaminado por la corte de Estrasburgo para respaldar lo anterior es una
tontería ya que esa misma corte los desmintió y, por si fuera poco, esta no
tiene injerencia alguna en México; aun con todo eso, siguen montados en su
macho y harta gente los apoya. ¿Por qué? Porque todas esas personas están
buscando una forma de justificar su homofobia, su intolerancia, su odio y/o, de
menos, su ignorancia. Alguien les ha ayudado a disfrazar su discurso de forma
políticamente correcta; lo han aderezado con términos jurídicos e incluso se
han robado palabras usadas por los defensores de Derechos Humanos. Voilà. Ya puedes joderte a alguien porque lo estás
diciendo de forma decente. Pero, como dirían por ahí, aunque perfumes un pedazo
de caca, sigue siendo, en toda la extensión de la palabra, caca.
Si he de ser honesta, no
me preocupa demasiado que echen para atrás la reforma que nos otorgará derechos
iguales a todes. La SCJN ya dictaminó. El matrimonio igualitario será una
realidad tarde o temprano. Lo que me preocupa más es cómo todo esto ha
evidenciado la gran cantidad de odio e intolerancia que se mueve el país; me
preocupa que toda esta gente de pronto se sienta respaldada para agredir,
denostar, humillar y, por qué no, hasta matar a personas LGBT. No, no lo hará
el dirigente nacional del FNF, ni los coordinadores estatales, ni los
funcionarios públicos que marcharon con ellos. Pero sí lo hará un padre que no tolere
que su hija sea lesbiana y entonces la corra de su casa aunque solo tenga 15
años; lo hará una madre que no deje de llamar pecador a su hijo y que le repita
hasta el cansancio que “sigue orando por él” para que se arrepienta [de ser gay]; lo hará el pastor que condene
desde el púlpito y asegure que su congregante LGBT es una aberración; lo hará
el homosexual reprimido que tome un arma para matar a 49 personas que
decidieron reclamar la libertad que él no tiene; lo hará el macho mexicano que
golpee a a un travesti porque se viste como mujer; lo hará un grupo de
desgraciados cuando violen a una lesbiana porque tiene el deber de curarla; lo hará el religioso que cite
la Biblia a ciegas, intentando señalar paja en el ojo ajeno mientras en el suyo
se enquista la viga; lo hará el amigo o la amiga, otrora más unidx que un
hermanx, cuando nos rompa el corazón y nos diga que no puede hablarnos más o
nos pida que no nos acerquemos a sus hijes. El discurso del FNF es un discurso
de odio y además es un discurso taimado. Con engaños y con retórica barata han
abierto las puertas para la apología de la discriminación. Sobre sus manos y la
de sus adherentes estará la sangre y el alma molida de lxs violentadxs.
Adenda
etimológica
Me gusta la frase aquella de Morgan Freeman que dice,
“Odio la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo; usted es un
imbécil”. Pero en esta ocasión voy a contradecirla. Usted, persona que rechaza
a los homosexuales, que piensa que serlo es antinatural,
que gustaría de vernos despojados de nuestros derechos, usted sí tiene miedo (y
puede que, además, sea un imbécil). Usted le tiene miedo a al menos una de estas
cosas:
A que sus opiniones no prevalezcan sobre las de los
demás.
A que SU concepto de familia no sea el único.
A enfrentar su propia condición LGBT.
A que la Biblia realmente no diga lo que le dijeron
que dice.
A que su sistema patriarcal y misógino se venga
abajo.
A cuestionar sus estructuras.
A cuestionar, en general.
A que sus hijes resulten más inteligentes que usted.
A que SUS creencias no se impongan sobre los demás.
A que los padres / madres LGBT demuestren criar a sus
hijes mejor que usted (y amarles más).
A admitir que el FNF se lx ha estado haciendo
pendejx.
A no tener nietos que lleven su apellido y saquen sus
ojitos.
A que sus hijes no cumplan con sus expectativas.
A que su iglesia lo rechace por pensar lo contrario.
A que Dios lo rechace por pensar lo contrario.
Y a muchas cosas más.
Si después de un exhaustivo y honesto autoanálisis ha
concluido que ninguno de estos casos es el suyo y de todas formas sigue
pensando lo mismo, entonces sí, muy seguramente, es usted un/a imbécil.
Adenda
teológica
Ser LGBT no es un pecado. Lo digo así, sin pelos en
la lengua, sin tartamudear, sin hesitar. Usted, mi estimado hermano o hermana amante
de la tradición, podrá no estar de acuerdo, y está bien. Por poner uno de
muchos ejemplos de diferencias doctrinales, los bautistas no están de acuerdo
con la interpretación que hacen los pentecostales sobre los textos que hablan
del Espíritu Santo, sus funciones y manifestaciones. Le comparto que hay un
creciente número de cristianos que miran hacia una nueva y muy atinada
interpretación de los versículos bíblicos que parecen condenar la
homosexualidad. Le invito a investigar al respecto. Y usted dirá que son modas
y que ese “número creciente de cristianos” se han desviado de la verdadera
Palabra, que han sido engañados. ¿Sabe a quiénes acusaron de lo mismo? A los
seguidores de Lutero, los fundadores de la iglesia cristiana moderna, esa a la
que usted se ufana de pertenecer. Es más, de eso acusaron a Jesucristo. Lo que
es curioso es que ninguna otra diferencia doctrinal se considera un pecado
nefando; por ninguna otra diferencia los cristianos se andan condenando unos a
otros de manera tan tajante. Pregúntese por qué. Ahora, si concluye usted que
sí, que sí es pecado ser gay y que se puede cambiar esa condición, vale; está
en todo su derecho de creer lo que quiera. A lo que no tiene derecho es a pasar
sobre los derechos de los demás. Mire, tan sencillo como poner en práctica el
segundo gran mandamiento dado por el mismísimo Jesucristo: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. El prójimo suyo de usted es su vecino de al lado, también la
señora de los tamales, los que lo atienden en el OXXO, la pareja de
homosexuales que vio pasar el otro día tomados de la mano, las dos chicas
lesbianas que se acaban de mudar a la casa de enfrente. Su prójimo suyo de
usted es cualquier ser humano. Ahora pregúntese, ¿le gustaría que le quitaran
sus derechos? ¿Le parecería bien que llegara un grupo de musulmanes, judíos o budistas
a legislar su país con base en sus creencias? ¿Le gustaría que un “terapeuta”
lo ayudara a cambiar su orientación sexual? Me imagino que a todo esto ha
respondido que no. Pretender que tan solo alguna de esas cosas se le haga a
alguien LGBT NO ES AMAR A SU PRÓJIMO. Está usted pecando en dado caso. Dígame, ¿cuándo
vio que Jesús anduviera tratando a los pecadores (otorgándole que ser LGBT sea
pecado) como ciudadanos de segunda clase? Es más, ni siquiera los obligaba a
cambiar; simplemente los amaba y les daba buen testimonio. Haga eso usted. Y en
serio le invito a investigar sobre la doctrina incluyente. Aquí un texto para
comenzar: La
Biblia no condena la homosexualidad.
[1] Ante
el mal uso de esta palabra por los discriminadores que pretenden posar como
discriminados, ahí les va: Tolerancia quiere decir estar consciente de que
existen OTROS DIFERENTES a nuestro alrededor, que podremos no estar de acuerdo
con ellos, pero que debemos coexistir con ellos en paz y no pretender dañarlos
o despojarlos de derechos a causa de dichas diferencias. O sea, gente del FNF y
similares, señalar sus mentiras y sus horribles pretensiones no es ser
intolerante. Que ustedes quieran quitarnos nuestros derechos sí lo es.