martes, 13 de septiembre de 2016

Catarsis ante el odio V.2.0

Hace aproximadamente 3 meses escribí una entrada titulada “Catarsis ante el odio”. De hecho, es la entrada justo anterior a esta. Como diría una frase popular, “I can’t believe I’m still protesting over this shit”. Tres meses han pasado pero en realidad la lucha lleva años, décadas. ¿Cuál lucha será esa? Yo la llamaría “la lucha por la tolerancia[1], por el respeto y por los derechos para todes” (sí, todes; mis estimados prescriptivistas). Esta lucha es una aglutinación de varias, pero es que si me pongo a hablar de cada una por separado, esta entrada quedaría muy larga. Mencionaré, entonces, solo algunas y me enfocaré en una que está muy latente en estos días y que me afecta de manera personal: La lucha por los Derechos Humanos de la comunidad LGBTTI (y lo que se añada esta semana, dijeron por ahí). Así pues, en la pasada entrada hablé del terriblemente revelador hashtag #MiPrimerAcoso, que surgió dentro del marco de la Primavera Violeta y las protestas contra las violencias machistas del 24 de abril de este año. No nos habíamos recuperado del escarnio machista sufrido durante las protestas, del acoso en redes sociales y de la indiferencia de las masas cuando salen a la luz tres casos de violación que se volvieron mediáticos, a saber, la violación tumultuaria de una adolescente en Brasil por parte de 30 asquerosos machos, la violación de una chica inconsciente detrás de un basurero en una universidad estadounidense y la sentencia de solo seis meses a su agresor (porque no le fuera la cárcel a desgraciar su vida), y la violación grupal a una chica mexicana en Veracruz por parte de unos mirreyes de porquería protegidos por sus padres y por su dinero. Aun no acababa de llorar por estas cosas cuando un hombre cruel, enfermo de religiosidad y homofobia entró a un bar gay en Estados Unidos y mató a 49 personas LGBT con un arma de fuego. De aquél momento hasta ahora habrán pasado varias semanas, pero no con saldo blanco. Más violaciones, más feminicidios, más crímenes de odio. Y culminamos con una marcha en varias ciudades del país en favor de la homofobia, del arrebatamiento de derechos, de la discriminación. Damas y caballeros, les presento al Frente NAZIonal por la Familia.
Como era de esperarse, el FNF dice que no, que su marcha no fue motivada por el odio o la homofobia (y hasta hacen un análisis etimológico de la palabra; ¡qué sabios!); que su marcha es por amor, por amor a la “familia natural”, integrada por mamá, papá e hijites; para protegerla de desaparecer porque, obviamente, que dos mujeres o dos hombres contraigan matrimonio provocará que las parejas heterosexuales se divorcien. Porque, evidentemente, eso de que la parejas del mismo sexo no puedan procrear va a acabar con la raza humana (como somos tan poquitos en este mundo). También marcharon, dicen, para proteger la inocencia de sus hijes. ¡(Su) dios los libre de la educación sexual! Porque el plan macabro de esa gran mafia llamada Lobby Gay, a la cual pertenecemos todxs lxs LGBT y de la cual nos beneficiamos económicamente (sigo esperando mi cheque), es implantar, no, imponer nuestra ideología de género (música dramática de fondo). Para empezar, ¿qué carajos es la mentada ideología de género? Una ideología, estrictamente hablando, es un conjunto de ideas características de un grupo determinado. Hasta donde sé y he experimentado, ser lesbiana, homosexual, bisexual, transgénero o transexual no es una idea o conjunto de ellas. Tal vez los del FNF y un gran número de cristianos y católicos religiosos (que no personas espirituales) crean que nos lo estamos imaginando, que en nuestro cerebro hay un problema y un día amanecimos con la idea de estar atraídos a una persona del mismo sexo o de que el género que se nos asignó por nuestra biología no es aquél con el que nos identificamos. Luego entonces, queremos imponer esas ideas en las mentecillas de sus hijes para convertirlos en lesbianas y homosexuales, para crear un ejército que vaya por el mundo destruyendo a las familias naturales (por cierto que lo natural está completamente a discusión). Y bueno, por esos motivos, según ellos, su marcha. Aunque ya han sido desmentidos por la misma SEP en cuanto al contenido de la materia de sexualidad en las escuelas; aunque su argumento de que el matrimonio no es un derecho humano para nadie (ya le cambiaron, antes decían que “el matrimonio homosexual no es un derecho humano”) cae estrepitosamente al suelo (y se embarra de caca) nomás al leer el Artículo 1° de nuestra constitución y el 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; aunque sea evidente que recurrir a lo dictaminado por la corte de Estrasburgo para respaldar lo anterior es una tontería ya que esa misma corte los desmintió y, por si fuera poco, esta no tiene injerencia alguna en México; aun con todo eso, siguen montados en su macho y harta gente los apoya. ¿Por qué? Porque todas esas personas están buscando una forma de justificar su homofobia, su intolerancia, su odio y/o, de menos, su ignorancia. Alguien les ha ayudado a disfrazar su discurso de forma políticamente correcta; lo han aderezado con términos jurídicos e incluso se han robado palabras usadas por los defensores de Derechos Humanos. VoilàYa puedes joderte a alguien porque lo estás diciendo de forma decente. Pero, como dirían por ahí, aunque perfumes un pedazo de caca, sigue siendo, en toda la extensión de la palabra, caca.
Si he de ser honesta, no me preocupa demasiado que echen para atrás la reforma que nos otorgará derechos iguales a todes. La SCJN ya dictaminó. El matrimonio igualitario será una realidad tarde o temprano. Lo que me preocupa más es cómo todo esto ha evidenciado la gran cantidad de odio e intolerancia que se mueve el país; me preocupa que toda esta gente de pronto se sienta respaldada para agredir, denostar, humillar y, por qué no, hasta matar a personas LGBT. No, no lo hará el dirigente nacional del FNF, ni los coordinadores estatales, ni los funcionarios públicos que marcharon con ellos. Pero sí lo hará un padre que no tolere que su hija sea lesbiana y entonces la corra de su casa aunque solo tenga 15 años; lo hará una madre que no deje de llamar pecador a su hijo y que le repita hasta el cansancio que “sigue orando por él” para que se arrepienta [de ser gay]; lo hará el pastor que condene desde el púlpito y asegure que su congregante LGBT es una aberración; lo hará el homosexual reprimido que tome un arma para matar a 49 personas que decidieron reclamar la libertad que él no tiene; lo hará el macho mexicano que golpee a a un travesti porque se viste como mujer; lo hará un grupo de desgraciados cuando violen a una lesbiana porque tiene el deber de curarla; lo hará el religioso que cite la Biblia a ciegas, intentando señalar paja en el ojo ajeno mientras en el suyo se enquista la viga; lo hará el amigo o la amiga, otrora más unidx que un hermanx, cuando nos rompa el corazón y nos diga que no puede hablarnos más o nos pida que no nos acerquemos a sus hijes. El discurso del FNF es un discurso de odio y además es un discurso taimado. Con engaños y con retórica barata han abierto las puertas para la apología de la discriminación. Sobre sus manos y la de sus adherentes estará la sangre y el alma molida de lxs violentadxs.

Adenda etimológica
Me gusta la frase aquella de Morgan Freeman que dice, “Odio la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo; usted es un imbécil”. Pero en esta ocasión voy a contradecirla. Usted, persona que rechaza a los homosexuales, que piensa que serlo es antinatural, que gustaría de vernos despojados de nuestros derechos, usted sí tiene miedo (y puede que, además, sea un imbécil). Usted le tiene miedo a al menos una de estas cosas:
A que sus opiniones no prevalezcan sobre las de los demás.
A que SU concepto de familia no sea el único.
A enfrentar su propia condición LGBT.
A que la Biblia realmente no diga lo que le dijeron que dice.
A que su sistema patriarcal y misógino se venga abajo.
A cuestionar sus estructuras.
A cuestionar, en general.
A que sus hijes resulten más inteligentes que usted.
A que SUS creencias no se impongan sobre los demás.
A que los padres / madres LGBT demuestren criar a sus hijes mejor que usted (y amarles más).
A admitir que el FNF se lx ha estado haciendo pendejx.
A no tener nietos que lleven su apellido y saquen sus ojitos.
A que sus hijes no cumplan con sus expectativas.
A que su iglesia lo rechace por pensar lo contrario.
A que Dios lo rechace por pensar lo contrario.
Y a muchas cosas más.
Si después de un exhaustivo y honesto autoanálisis ha concluido que ninguno de estos casos es el suyo y de todas formas sigue pensando lo mismo, entonces sí, muy seguramente, es usted un/a imbécil.

Adenda teológica
Ser LGBT no es un pecado. Lo digo así, sin pelos en la lengua, sin tartamudear, sin hesitar. Usted, mi estimado hermano o hermana amante de la tradición, podrá no estar de acuerdo, y está bien. Por poner uno de muchos ejemplos de diferencias doctrinales, los bautistas no están de acuerdo con la interpretación que hacen los pentecostales sobre los textos que hablan del Espíritu Santo, sus funciones y manifestaciones. Le comparto que hay un creciente número de cristianos que miran hacia una nueva y muy atinada interpretación de los versículos bíblicos que parecen condenar la homosexualidad. Le invito a investigar al respecto. Y usted dirá que son modas y que ese “número creciente de cristianos” se han desviado de la verdadera Palabra, que han sido engañados. ¿Sabe a quiénes acusaron de lo mismo? A los seguidores de Lutero, los fundadores de la iglesia cristiana moderna, esa a la que usted se ufana de pertenecer. Es más, de eso acusaron a Jesucristo. Lo que es curioso es que ninguna otra diferencia doctrinal se considera un pecado nefando; por ninguna otra diferencia los cristianos se andan condenando unos a otros de manera tan tajante. Pregúntese por qué. Ahora, si concluye usted que sí, que sí es pecado ser gay y que se puede cambiar esa condición, vale; está en todo su derecho de creer lo que quiera. A lo que no tiene derecho es a pasar sobre los derechos de los demás. Mire, tan sencillo como poner en práctica el segundo gran mandamiento dado por el mismísimo Jesucristo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El prójimo suyo de usted es su vecino de al lado, también la señora de los tamales, los que lo atienden en el OXXO, la pareja de homosexuales que vio pasar el otro día tomados de la mano, las dos chicas lesbianas que se acaban de mudar a la casa de enfrente. Su prójimo suyo de usted es cualquier ser humano. Ahora pregúntese, ¿le gustaría que le quitaran sus derechos? ¿Le parecería bien que llegara un grupo de musulmanes, judíos o budistas a legislar su país con base en sus creencias? ¿Le gustaría que un “terapeuta” lo ayudara a cambiar su orientación sexual? Me imagino que a todo esto ha respondido que no. Pretender que tan solo alguna de esas cosas se le haga a alguien LGBT NO ES AMAR A SU PRÓJIMO. Está usted pecando en dado caso. Dígame, ¿cuándo vio que Jesús anduviera tratando a los pecadores (otorgándole que ser LGBT sea pecado) como ciudadanos de segunda clase? Es más, ni siquiera los obligaba a cambiar; simplemente los amaba y les daba buen testimonio. Haga eso usted. Y en serio le invito a investigar sobre la doctrina incluyente. Aquí un texto para comenzar: La Biblia no condena la homosexualidad.



[1] Ante el mal uso de esta palabra por los discriminadores que pretenden posar como discriminados, ahí les va: Tolerancia quiere decir estar consciente de que existen OTROS DIFERENTES a nuestro alrededor, que podremos no estar de acuerdo con ellos, pero que debemos coexistir con ellos en paz y no pretender dañarlos o despojarlos de derechos a causa de dichas diferencias. O sea, gente del FNF y similares, señalar sus mentiras y sus horribles pretensiones no es ser intolerante. Que ustedes quieran quitarnos nuestros derechos sí lo es.

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