lunes, 13 de junio de 2016

Catarsis ante el odio


Llevo días, semanas, de hecho, queriendo ordenar en palabras tantos sentimientos e ideas que los últimos acontecimientos violentos en el mundo me han producido. Todo se agudizó, más no empezó, desde el llamado #24A, el día de la marcha contra las violencias machistas a nivel nacional; La Primavera Morada. La poca concurrencia a la marcha en Querétaro y el hecho de que la mayoría de esos pocos asistentes fueran miembros de organizaciones civiles y colectivos de activistas me dejó pensando en el poco, poquísimo apoyo que tenemos las mujeres en la lucha feminista. (Y no, no pienso en el apoyo de los hombres, sino en el de las mujeres mismas. También nos falta el apoyo que debería ofrecer el Estado, la protección que debería garantizarnos). En esa marcha y durante ese día me enteré de tantas violencias machistas por medio del hashtag #MiPrimerAcoso, y se me rompía el corazón cada vez que leía algo al respecto. Me volví hiper-consciente de las actitudes machistas de las y los demás. Abundan.
Luego, poco a poco, me fui dando cuenta de que la lesbofobia también abunda, incluso dentro de los círculos LGTBI. Se habla de homofobia por aquí, homofobia por allá, incluso cuando el acto de discriminación involucre a una pareja de mujeres (como es el caso de las seleccionadas de soccer mexicanas, Bianca Sierra y Stephany Mayor). Tal parece que las lesbianas somos una doble minoría.
Después vinieron dos casos muy sonados de abuso sexual. El primero, en Brasil, donde una chica de 16 años fue violada por aproximadamente 30 hombres (ustedes disculpen, es que entre la droga y el alcohol que le dieron y el trauma que estaba atravesando, ella no pudo contar con exactitud). Estos hombres subieron incluso una fotografía a redes sociales mostrando a la chica inconsciente, ensangrentada, y ellos riéndose. Fueron 30 hombres. Entre 30 hombres no hubo UNO que la ayudara; UNO que no participara del asqueroso acto, como si fueran animales sin voluntad que no pueden controlar sus impulsos (y hasta los animales pueden entrenarse para eso). Han pasado semanas y no he visto noticia alguna de que hayan dado con los agresores. No muchos días después, sale a la luz el caso de una chica abusada en 2015 en la universidad norteamericana de Stanford. Su agresor, un flacucho con cara de imbécil, que resultó ser atleta destacado de dicha universidad, recibió solamente 6 meses de prisión como sentencia, aunque un jurado lo encontró culpable –por unanimidad- de tres cargos de agresión sexual. Podrá salir en tres meses si prueba buen comportamiento. ¿Por qué el juez le otorgó una sentencia tan benévola? Porque, según tal juez, una sentencia mayor podría ser demasiado dura para violador ese. Los efectos del sistema hetero-patriarcal-capitalista-blanco se hacen presentes día a día.
Lo anterior es solo la introducción. Lo anterior es solo una probadita de lo injusto y asquerosamente violento que se puede poner este mundo gracias al sistema mencionado. La indignación, el dolor y la rabia habían ido acumulándose en mi corazón a causa de estas cosas. Luego vino una oleada de lesbohomobitransfobia por parte de líderes religiosos del país a partir de las declaraciones del gobierno federal en cuanto a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho de estas parejas a adoptar niñas(os). Comenzó la batalla de argumentos entre fanáticos de la religión y opositores a la misma. Me encontré en medio, esquivando odio de un lado y del otro porque yo soy cristiana y soy lesbiana. Me quedé en medio, siendo testigo de la ignorancia de unos y otros (aunque de unos más que de otros, como siempre).
He intentado abogar por el derecho de la comunidad LGBT ante mis correligionarios apelando al amor de Dios por TODXS, a la salvación de Cristo para TODXS, a nuestra responsabilidad de escudriñar las escrituras, de cuestionar a nuestros líderes y de discutir este asunto directamente con Dios. He apelado, también, al amor al prójimo que tanto alegamos tener. Amar a tu prójimo incluye no coartarle sus derechos y no querer imponerle tus leyes espirituales (las verdaderas y las que tú te inventas). Incontables veces mis palabras han ido a dar a oídos sordos, han sido echadas en saco roto. Y yo he sido acusada de hereje, de dura de cerviz, de tener un corazón cauterizado. Esto, por cierto, no me apura. Mi confianza está en Aquél que me salvó y que cada día me confirma su amor.
He intentado, también, mostrar a mis compañerxs LGBTI que el problema no es Dios / Jesús (o Mahoma, Allah, Budah, el Osito Bimbo), sino la raza humana misma, imperfecta, llena de odio y prejuicios fomentados por aquellos con intereses de supremacía. Esta raza humana tomará lo que sea como un pretexto para juzgar a los demás, para odiarlos simplemente porque son diferentes. Usará lo que sea, religión y dioses incluidos. Y quizás (digo quizás porque nadie me lo ha dicho directamente aún) me han considerado fanática, ridícula, incoherente (“¿Cómo puedes seguir creyendo en eso que crees?”).
En las últimas 24 horas, ese sentimiento de pertenecer y no pertenecer a un bando o al otro volvió con fuerza. La madrugada de ayer, domingo 12 de junio de 2016, un hombre entró a un bar gay en la ciudad de Orlando, Florida, y disparó contra la multitud usando un rifle semiautomático. Mató a 49 personas. Mató a 49 hombres y mujeres homosexuales, lesbianas, travestis, queer. Mató a 49 latinos y latinas. Mató a 49 seres que, según mi fe, fueron creadas a imagen y semejanza del Dios que me creó a mí, lo cual nos conecta de una manera que trasciende a lo humano. Luego, aquél hombre, que también fue así mismo creado, fue abatido por las balas de la policía. Este hombre era, supuestamente, musulmán. Y digo “supuestamente” porque de haber sido practicante no hubiera hecho lo que hizo (si tiene alguna duda, por favor, póngase a investigar y no se trague lo que andan diciendo por ahí). La islamofobia no se hizo esperar (caray, esta raza humana y su fobia a todo lo que le es diferente). Y el muro de noticias de mi cuenta de Facebook se llenó de publicaciones de gente expresando su rechazo, su odio e intolerancia por… las religiones. Tan solo días atrás era al revés: un muro lleno de rechazo, odio e intolerancia contra la comunidad LGTBI. Y leí cosas como, “Dejen de decir que van a rezar / orar por Orlando; ¡eso no sirve de nada!”; “¡Hipócritas! ¿Cómo pueden lamentarse y ofrecer condolencias ante lo que ustedes promueven?”; “La Biblia / el cristianismo / el islam promueven el odio y la homofobia”.
Hay un dicho en inglés que reza, “Walk a mile in my shoes” (Camina una milla en mis zapatos). Yo les pediría que caminen dos millas en los míos. Una milla en la experiencia LGBTI y otra milla en la experiencia de la fe cristiana. Vamos, pruébense mis dos pares de zapatos, al mismo tiempo, como yo los uso a diario. Tienes –tenemos- la responsabilidad de no ser ignorantes y de no esparcir la ignorancia. Si te asumes cristiano o cristiana, tienes la responsabilidad de informarte, o serás llevado cautivo por no tener conocimiento. Si eres LGBTI, tienes la responsabilidad de no ser ignorante porque bien sabes que tú has sido rechazado por aquellos que lo son y sería una pena caer en lo mismo. Si seguimos pensando en términos de “nosotros contra ellos”, quienquiera que “ellos” sean, solo vamos a avanzar a paso firme hacia nuestra propia destrucción. Si continuamos culpando a la religión, o al ateísmo, o a Dios de lo que pasa en este mundo, simplemente no estaremos haciéndonos responsables de nuestra propia mierda, de nuestros odios y prejuicios.

Lo que acabas de leer quizás no tiene pies ni cabeza. Está hecho a manera de catarsis; demasiados sentimientos como para convertirlo en un ensayo académico. Y es que nada de lo que ha pasado, desde #MiPrimerAcoso hasta la matanza en Orlando, pasando por incontables violaciones, por otra balacera en un antro gay de Veracruz y la tortura y crucifixión o decapitación de cristianos por ISIS, tiene sentido. El odio no tiene sentido. Decir que mis oraciones no sirven de nada no tiene sentido. Decir que “Dios ama al pecador pero no al pecado” no tiene sentido. Decir que las religiones provocaron lo de anoche es estúpido. Decir que “su pecado los alcanzó” es, no solo estúpido, sino asquerosamente cruel. Nada de esto tiene sentido. Lo único sensato es actuar contra nuestro instinto… y amar.

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